Nos volvemos inteligentes cuando somos capaces de vincular unas disciplinas y unos conocimientos con otros. Cuando decimos, esto es aquello. Hemos encontrado los hilos que vinculan el saber. Así lo entiende Eduard Punset.
¿Han oído hablar de la capacidad metafórica? Es el primer requisito del talento; la especie humana se supone que lo desarrolló hace unos cincuenta mil años. El primer día que uno de los homínidos cazadores recolectores exclamó “¡Mi hijo es más fuerte que el hierro!” estaba activando un don insospechado de mezclar dominios cerebrales distintos como el biológico –el hijo– con el dominio, hasta entonces separado, de los materiales –en este caso, el hierro–.
Cincuenta mil años después, los catedráticos utilizan una palabra para el mismo don: multidisciplinariedad. Sin ejercicio del poder metafórico o multidisciplinar no hay talento que valga.
Con la intuición pasa lo mismo. Es el salto que da nuestra mente más allá de la reflexión sobre lo conocido. Ahí está también la creatividad. Conoces una parte de la realidad y concluyes como son otras verdades que aún no alcanzas.
¿Hay que decidir con el corazón o con la razón? Durante mucho tiempo se creyó que el talento era el fruto de una reflexión. Nunca se habían analizado científicamente los mecanismos intuitivos. La intuición no se consideraba siquiera conocimiento. No te podías fiar de la intuición. Más tarde, el análisis científico demostró que gran parte de la historia de la evolución transcurrió a golpe de intuición. Cuando no había tiempo para ponderar distintos factores, se tomaban decisiones intuitivamente; y la verdad es que, poco a poco, se pudo constatar que el margen de error en los procesos automatizados no era mayor, sino todo lo contrario, que el de los procesos discriminatorios, cuando había tiempo para pensar.
Lo mejor puede ser leer el artículo completo si con todo esto te picó la curiosidad.
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